Francia desarma a los All Blacks en el estreno del Mundial de rugby
Nueva Zelanda pierde su primer partido en una fase de grupos ante una anfitriona que demuestra solidez y paciencia (27-13)
Nueva Zelanda busca héroes mientras Dan Carter, el gran artífice de su último título, en 2015, posa junto a la Webb Ellis Cup en el Stade France. Dos horas después asiste a una anomalía histórica: su selección, la única que no sabía lo que era perder en la fase de grupos en los nueve Mundiales anteriores, cae 27-13 ante la anfitriona. Francia aún no tiene héroes, pero sí un plan para llevarse al fin la codiciada copa. Un plan a prueba de lesiones y de malos comienzos. Su puesta de largo ante el gran coco planetario, sin el colmillo de generaciones anteriores, superó las expectativas.
Los abucheos franceses a la haka fueron la gasolina perfecta para los neozelandeses, que arrancaron el torneo como si aquellos fueran los últimos minutos de la final. Rieko Ioane castigó la adelantada defensa francesa rompiendo por el centro cuando el reloj solo contaba los segundos. El repliegue a contracorriente de los galos terminó en golpe de castigo, pero los All Blacks no les dieron respiro: reanudaron el juego en un suspiro y aprovecharon el desorden para crear magia. La de Beauden Barrett, que trazó una patada que Mark Telea leyó paciente, esperando la sentencia del bote, que le sonrió. Suyo fue el primer ensayo del Mundial en apenas minuto y medio.
Fue un bofetón, pero Francia tiene diques para que aquel soplido no se transformase en huracán. Una defensa que aúna físico con organización, protegida por sus pateadores, el arma de la prudencia para alejar el peligro. El plan era aprovechar el dominio de sus delanteros, tan buenos portadores de balón como ladrones, para forzar faltas en campo rival. Así se recompuso la anfitriona, sin asumir grandes riesgos, alimentando su marcador con patadas a palos. La selección que otras veces busca un registro vertiginoso –por ejemplo, para desbordar a la rocosa Irlanda– tiene vestuario para encoger el campo. Ante la falta de espacios, Nueva Zelanda embestía con su delantera, pero Francia resistía sobre su línea de ensayo. Así las cosas, lejos de insistir, los oceánicos se conformaban con los tres puntos de patear a palos. Su comienzo había sido susto, no muerte. Y el XV del Gallo sonreía al descanso (9-8).
El dilema del encuentro era si los All Blacks encontrarían suficiente virtuosismo para quebrantar hilo conductor francés. Volvieron a hacerlo en una acción anárquica tras una patada a seguir que les permitió correr. Con su línea en carga, Ioane se sacó un pase largo que llevaba la fuerza de una patada. Allí estaba otra vez Telea para terminar la tarea y firmar su doblete mientras el público pitaba por entender que el pase era adelantado y el ensayo no debía subir al marcador. Richie Mo'unga, el apertura que desplazó a Barrett al puesto de zaguero, falló las dos patadas de conversión, así que su equipo no ahorró en tiempos de vacas gordas.
Otro bofetón que no marcó tendencia. Francia exhibió madurez y no cambió su plan a la espera de que llegaran las oportunidades. Su delantera es tan fiable cuando desplaza el balón que desequilibra a cualquier defensa. Ante el incordio, Nueva Zelanda sufría en el repliegue cuando el balón llegaba a los hombres rápidos, llámese Damien Penaud, el pichichi galo. Mo'unga firmó un placaje heroico para frenar su sprint junto a la banda, pero sus compañeros no pudieron hacer nada en el siguiente lance ante la superioridad gala, en cuanto a efectivos y en cuanto a criterio, el de Matthieu Jalibert, uno de tantos Golden Boys franceses frustrados que asume la oportunidad de su vida ante la lesión de Romain Ntamack. El apertura fijó a Telea y asistió al ensayo que voltearía irremediablemente el partido.
Lejos de encontrar un nuevo registro, los All Blacks se complicaron la vida con un sinfín de faltas como un placaje peligroso que le costó la amarilla –y los diez minutos de inferioridad numérica– a Will Jordan. No necesitó hazañas Francia para aumentar la renta con dos patadas de Ramos que ya obligaban a su rival a dos anotaciones para el final feliz. Ni siquiera hubo conato de rebelión porque fue Jaminet quien cerró la cuenta tras una patada que pilló en un renuncio a la zaga oceánica. Victoria con mayúsculas que a buen seguro valdrá el primer puesto de un grupo con Namibia, Italia y Uruguay, unos rivales que no deberían poner en peligro la clasificación de los neozelandeses para cuartos como segundos.